A lo largo de la historia, la experiencia del usuario (UX) frente a los dispositivos tecnológicos ha sido una jornada de mejora continua, incrementando la fluidez, simplicidad y comodidad. Pensemos en el salto del teclado al mouse y del mouse a las pantallas táctiles. En cada evolución, se han aprovechado conocimientos anteriores, pero también ha habido una buena dosis de aprendizaje y adaptación. Ahora, estamos ante un nuevo salto evolutivo: la computación espacial.
Las interacciones en computación espacial son mucho más complejas que hacer clic en un botón, estos mundos virtuales emergentes nos permitirán transitar, interactuar y dejar objetos de manera persistente (lo que se conoce como "anclar" objetos). Es muy diferente de esas pantallas 2D a las que estamos acostumbrados. De hecho, los equipos de desarrollo de aplicaciones deberán incorporar nuevos expertos en áreas como arquitectura o decoración si realmente quieren ofrecer una experiencia completa.
La era de la UX Espacial
Entramos en la era de la UX Espacial (Spatial UX). Las empresas que deseen crear aplicaciones para este entorno deben pensar no solo en una interfaz, sino en un contexto general.
Ya no tendremos solo una pantalla que muestra información, sino un espacio tridimensional complejo en el que el usuario necesitará llegar a un lugar, explorarlo, mirar a su alrededor. Puede estar parado, sentado o acostado. Si quiere saltar, agacharse o sacudir la cabeza, el entorno virtual debe ser capaz de asimilar cualquiera de esos movimientos.
Si en el ambiente hay una silla, debe apoyarse en el suelo. Si un objeto puede arrastrarse por el piso, será posible moverlo hasta que haga tope con la pared. Si hay un vaso sobre una mesa y se lo traslada más allá del borde, se caerá. Estamos ante una combinación de realismo y creatividad: imitar el mundo tal como lo conocemos y, al mismo tiempo, añadirle nuevas formas.
¿Extrapolar o comenzar de cero?
Desde el punto de vista del diseño de la UX, la primera reacción de las empresas suele ser extrapolar lo desarrollado en 2D a 3D. Aunque esto tiene algunas ventajas, como una mayor fluidez al principio, cuando se quiera aprovechar al máximo el poder de la nueva tecnología y hacer una transición real a 3D, se necesitará atravesar una segunda transformación, trasladando la curva de aprendizaje de los usuarios a ese momento.
Tampoco es sensato descartar todo y empezar de cero. La disciplina Spatial UX toma muchas heurísticas de la UX tradicional. En especial, la investigación del usuario: es fundamental entender cómo se comporta e interactúa con este nuevo espacio y con las propuestas que se le ofrecen. De hecho, en las primeras pruebas con dispositivos nuevos como cascos o gafas, los usuarios tienden a "congelarse" y a necesitar un tiempo antes de comenzar a caminar, moverse y utilizar la solución.
La accesibilidad también juega un rol fundamental: las aplicaciones deberán estar adaptadas para diferentes capacidades.
Un aspecto positivo en esta transición es que muchos de los gestos necesarios para interactuar en la computación espacial son naturales: todos sabemos cómo tomar un objeto que está apoyado o cómo hablar para iniciar una conversación. Spatial UX debe ir en esa dirección: proponer acciones verosímiles.
Un futuro interesante... y seguro
Un aspecto fundamental es la seguridad del usuario. Si una persona se mueve por una habitación, la aplicación debe contemplar todos los obstáculos, los objetos en el piso con los que se pueda tropezar o aquellos a la altura de las manos que pueda tirar o derramar.
Spatial UX analiza el ambiente completo, incluyendo extintores y salidas de emergencia. Del mismo modo, debe mantener una lógica en la propuesta: no tiene sentido, por ejemplo, anclar un cartel luminoso gigantesco si eso obstruye la visión.
Estamos dando los primeros pasos hacia una experiencia de usuario diseñada para el universo 3D de la computación espacial. Aunque estamos en una etapa temprana, ya podemos concluir que esta tecnología nos propone un futuro emocionante y lleno de oportunidades.